Méritos acumulados por los propietarios
La propiedad familiar fue adquirida el año 1924 y desde entonces, y gracias a una gestión ejemplar de sus recursos naturales, se considera a la isla de Buda como uno de los espacios naturales mejor conservados de Cataluña.
En un principio sus propietarios, los señores Joan y Pere Borés Calsamiglia, dada su gran afición por la caza de patos, quisieron dar continuidad a la actividad cinegética de tipo lúdico que ya existía, y a la actividad pesquera en los Calaixos, sin que existiese intención alguna de realizar una explotación agrícola intensiva, con el deseo de conservar intactos los humedales, a diferencia de lo que estaba ocurriendo en el resto del delta. Por aquel entonces los humedales estaban considerados espacios insalubres debido a sus malos olores y a la presencia de mosquitos transmisores de enfermedades. Además las cacerías no cotizaban y el pescado perdía su valor al no existir medios de conservación ni mercados, de manera que las administraciones ofrecían su apoyo a los propietarios de fincas con humedales para proceder a su transformación, dando paso al cultivo de arroz, que se podía conservar en silos y era una importante fuente de alimento que generaba riqueza y mano de obra. De esta manera fueron desapareciendo los humedales del delta mientras que en Buda, por expresa voluntad de sus propietarios se respetaron las lagunas tal y como hoy las conocemos. Fue gracias al buen criterio conservacionista de los señores Joan y Pere Borés que la isla de Buda fue considerada como el humedal mejor conservado de Cataluña y uno de los más importantes de España.
Fue después, dada la insistencia del entonces administrador el Sr. Pere Franch que, sabedor de la reciente implantación del cultivo de arroz en el delta, se destinó una superficie de la isla a la práctica de este cultivo siempre respetando las lagunas y zonas cercanas, dedicadas, como se ha dicho, a la caza y a la pesca. En aquella época, mucho antes de la regresión que han padecido las playas de Buda, los cultivos ocupaban menos de la cuarta parte de la superficie de la isla. Desafortunadamente la regresión de las playas consecuencia de la construcción de las grandes presas en la cuenca, y la regulación de los caudales de agua del río, supusieron la pérdida de buena parte de los humedales sin que se pudiera hacer nada por evitarlo.
Por todo ello es lógico pensar que el renombre internacional y las responsabilidades adquiridas ante el mundo de preservar semejante acumulación de valores naturales y culturales hacen de este lugar un ejemplo de la política de conservación de la naturaleza para cualquier administración competente del territorio, lo cual ha hecho siempre merecedora a la familia Borés del reconocimiento institucional.
La importancia medioambiental de los arrozales resulta indiscutible ya que es refugio de anfibios, reptiles e invertebrados, fuente de alimentación de muchas especies de aves
En la actualidad la propiedad de la isla recae a partes iguales al Departamento de Medio Ambiente y a la sociedad mercantil ARROZALES Y GANADERÍA DEL DELTA S.A. (ARGADEL S.A.) participada al 100% por la tercera generación de la familia Borés. Los ingresos de ARGADEL S.A. provienen de la explotación tradicional de la agricultura siendo el arroz el cultivo principal. En el interior de la isla se encuentran las lagunas conocidas como los “Calaixos” en las que históricamente ha existido una actividad pesquera y cinegética de baja intensidad y respetuosa con el medio. De esta manera ARGADEL S.A., como empresa agrícola, desde tiempos inmemoriales, basa su actividad en tres ejes fundamentales: el cultivo del arroz, y el aprovechamiento sostenible de los recursos pesqueros y cinegéticos, todo ello, en perfecta armonía con el entorno.
En las lagunas se crían especies comerciales de peces como son las anguilas, tencas, carpas, lubinas, múgiles y doradas, y se ubican los puestos de caza.
A estas actividades se le incorpora, por ser considerada una fuente de ingresos complementaria a la actividad primaria, y que permite una mejora de la economía con incorporación de nuevos puestos de trabajo, el turismo rural, de reciente implantación en el mundo rural y con gran demanda en el delta del Ebro, así como la navegación, el ocio, la visualización paisajística, el estudio de la flora y fauna silvestre, y todas aquellas actividades lúdicas que permiten el contacto directo y armonioso con la naturaleza. Destaca el esfuerzo por la preservación y conservación del entorno; los recursos naturales, es decir la flora y la fauna y todos aquellos ecosistemas que componen el entorno natural de Buda, los recursos patrimoniales, como son la arquitectura local y tradicional procedente de épocas pasadas, los recursos culturales, formados por las tradiciones, y los recursos históricos.
Esta actitud conservacionista ejemplar ha sido reconocida por las administraciones, el Parque Natural, entidades conservacionistas, la SEO Bird Life y los más ilustres ornitólogos de nuestro país tal y como queda reflejado en la publicación científica ARDEOLA número 7, y otras, titulada “La avifauna de la Isla de Buda en Primavera-Verano de 1961” en la cual los prestigiosos ornitólogos S. Maluquer y J. R. Pons Oliveras, se deshacen en elogios y agradecimientos y en la que podemos leer:
“En aras a la brevedad, nos limitaremos tan sólo a hacer una merecidísima mención a nuestro querido amigo i consocio D. Juan Borés, con quien la Ornitología española va contrayendo una deuda de gratitud impagable,…”
El mismo grupo de científicos agradecen la labor conservacionista de los señores Joan Borés y Pere Franch en la revista científica editada por la Sociedad Española de Ornitología, ARDEOLA número 6, en la que podemos leer:
“En primer y destacado lugar, a los Srs. Borés, propietarios de la isla de Buda, sin cuya amable invitación y apoyo no hubiéramos podido efectuar las reiteradas visitas a la misma, que han servido de base de nuestro trabajo. Y de un modo especialísimo, a D. Juan Borés, gran caballero, compañero excelente y entusiasta ornitólogo que nos honra con su amistad, a la que correspondemos con nuestro afecto, y quien en repetidas ocasiones, no sólo ha dado las máximas facilidades en todos los aspectos, sino que ha tomado parte personalmente en las expediciones de observación y anillado, facilitando su automóvil para el viaje desde Barcelona, medios de transporte en la isla, y alojamiento y manutención a su costa en su propia casa,…”
Estos mismos principios de protección y tutela extremos del lugar son los que se quieren seguir manteniendo de nuevo con la actividad del turismo rural que pretende abrir las puertas a ornitólogos y amantes de la naturaleza para que puedan conocer Buda y disfrutar de su singularidad. Los componentes de la tercera generación de propietarios de la familia Borés han dado continuidad al compromiso, adquirido por sus antepasados, de hacer lo que sea necesario para conservar Buda y por ello existe la firme decisión de que el turismo rural sea una actividad sostenible, respetuosa con el entorno, y a proteger, conservar, gestionar, restaurar y mejorar la riqueza de los sistemas naturales que se encuentran en Buda.