Una enorme riqueza ornitológica

De las 600 especies censadas en Europa más de 350 viven en la Isla de Buda.

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Historia

Según nos indican los planos más antiguos del delta, la isla de Buda comenzó a formarse a principios del siglo XVIII. Otra prueba de este hecho nos la ofrece el escrito que Don Francisco González «Alguacil Mayor de la ciudad de Tortosa» y primer propietario de la isla, dirigió con fecha de 16 de abril de 1738 a la Corona de Aragón solicitando la anexión «…de una isla de tenencia de treinta jornales, poco más o menos, que de algunos años a esta parte ha aparecido en medio del río…la cual se halla inculta y vulgarmente la llaman la Isla de Buda, de la cual la Real Hacienda no percibe beneficio alguno. Por ende, y a fin de que el Patrimonio Real consiga alguna utilidad, pide y suplica serle por V.S. concedida dicha Isla, ofreciendo pagar moderada entrada y censo anual…», y que se resolvió favorablemente el 11 de agosto de 1739.

Desde aquel momento la isla fue creciendo gracias a los sedimentos aportados por el río en las avenidas y riadas, hasta que llegó a tener 1450 hectáreas de superficie, pasando de manos de unos propietarios a otros hasta el año 1924 en que fue adquirida por los hermanos Joan y Pere Borés Calsamiglia.

En el año 1918 Buda tenía una forma muy prominente (cabo de Tortosa) y manifestaba el proceso de progradación hacia el Este. El difícil acceso a los puertos naturales del Fangar y Els Alfacs, formados por tierras de aluvión arrastradas por el río Ebro, determinó la construcción en el año 1864 del primer faro para la navegación, situado en el cabo de Tortosa, dentro de la isla de Buda, una torre de hierro de figura cilíndrica y pintada de color perla que ha resultado ser emblemática para las gentes del delta. Nada más cumplir sus cien años, a principios de la década de los años sesenta, el avance del mar derribó dicho faro. El brazo del Ebro que desembocaba en el río «Migjorn» y que constituye el límite occidental de la isla, era importante y activo.

En el año 1950 el río se abre hacia el norte a consecuencia de la avenida del año 1937 (segunda en importancia del siglo XX), que rompió el margen septentrional del río, y ya se aprecia cierto retroceso del Cabo de Tortosa.

Finalmente, el año 1960 se produce el abandono definitivo de la gola este y tiene lugar un fuerte retroceso de las playas. El río Migjorn se mantiene activo únicamente como canal artificial de desagüe.

Desde siempre se ha dado prioridad a las necesidades de preservación de este entrañable lugar, que destaca por ser uno de los humedales mejor conservados de Cataluña, lo cual ha sido posible gracias a la ejemplar gestión de conservación de sus propietarios a lo largo del tiempo, las buenas prácticas y la baja intensidad de las explotaciones tradicionales de la zona como son la pesca, la caza y el cultivo de arroz.

Esto significa que, desde tiempos inmemoriales, y por expresa voluntad de los propietarios, se ha ejercido una explotación de los recursos cinegéticos y pesqueros de muy bajo impacto, que ha posibilitado la conservación de las lagunas y la diversidad de la flora y fauna que habitan el lugar, de manera que se ha limitado el número de cazadores y barcas de pesca para hacer sostenible el aprovechamiento de este recurso, evitando la desecación de los humedales para su transformación en cultivos, prohibiendo la pesca de la angula en los desagües y canales abiertos al río, manteniendo la masa forestal existente, soportando la falta de agua de riego derivada de una red de canales y acequias obsoleta para favorecer a la fauna piscícola asociada, y realizando un servicio de vigilancia mediante guardas jurados, últimamente compartido con la guardería del Parque Natural.

Además siempre se ha dado importancia a la conservación de lo tradicional como son la pesquería o el cultivo de arroz, entre otros, que permiten al visitante reencontrar valores asociados a la vida campesina, la cultura, el medio rural y el patrimonio histórico, que el progreso y la modernización han expulsado del ámbito de la vida urbana.

En definitiva los atractivos de la isla de Buda son numerosos y el deseo de conocerlos ha quedado patente a lo largo del tiempo tanto entre las gentes de los pueblos vecinos como entre los turistas que nos visitan.

En este sentido recordamos el fragmento de la poesía que el ya centenario y popular poeta catalán Josep Maria de Segarra dedicó a Buda, después de una estancia de tres días en que fue invitado a la isla en el año 1945, y en el que evoca sus sentimientos, dejando de manifiesto sus conocimientos sobre la naturaleza, el mundo rural y las aves:

En aquesta existència escorreguda,
dins la qual menys s’hi guanya que s’hi perd,
amb l’ànima un si és mig ajaguda,
vull cloure els ulls i somniar despert,
en l’opulència del país de Buda,
on l’aigua és llisa i l’arròs és verd…

…Nit de Buda, millor que nit de roses
saps provocar el son més pregon,
Buda, misteri, becadells al front,
i res de noses!
Si no fossin aquestes simples coses,
de què valdria haver vingut al mon?

Josep Maria de Segarra (1945)

En esta existencia transcurrida,
en la que menos se gana que se pierde,
con el alma de uno medio postrada,
quiero cerrar los ojos y soñar despierto,
en la opulencia del país de Buda,
donde el agua es lisa y el arroz es verde…
…Noche de Buda, mejor que noche de rosas
tú sabes provocar el sueño más profundo,
Buda, misterio, agachadizas al frente,
y ¡ni un solo estorbo!
Si no fuera por estas cosas sencillas,
¿de qué habría servido venir al mundo?

Josep Maria de Segarra (1945)